LA MAGIA DEL OTOÑO Y ALGO DE HISTORIA (2021). BAVIA (2022)

Resumo el recorrido realizado en el Otoño de 2021 y 2022 ya que sobre todo, en 2021, fue bastante "denso":

Cascada de Nocedo, Cascadas del río Faro, hayedo de Ciñera, Desfilado de los Calderones, Bavia, Laciana, La Milla del Páramo, San Miguel de Escalada, Santa Maria de Gradefes, Sahagún, Almanza, San Pedro de las Dueñas, Grajal de Campos y San Juan de Baños.

 LA MAGIA DEL OTOÑO. 

En el otoño de 2022, desde Llama de Colle en Boñar, donde compartimos  un delicioso fin de semana con un grupo de amigos aficionados a la autocaravana procedentes de diversas provincias, hicimos una brevísima escapada a varios lugares por donde el año anterior, habíamos estado.

Cuando comencé a perfilar el relato pensando en añadir lugares al recorrido por esta zona que hicimos el  año pasado, en noviembre de 2021, me doy cuenta de que estaba sin escribir. Así que casi un año después intento relatarlo sumando ambos años, pero mi memoria nunca ha sido buena así que dudo de que consiga recuperar todos los detalles. Pero, me lo debo. Si no, sentiría como si el blog estuviera más incompleto.

Noviembre de 2021.

(Cascada de Nocedo, Cascadas del río Faro, Hayedo de Ciñera)

Intentaba cumplir un deseo: pasear por un hayedo cuando el otoño lo reventara de color. Y a eso íbamos.

En años anteriores habíamos aprovechado el “puente del Pilar” para acercarnos a Asturias, al Parque de Redes y al de Ponga. En el primero sobre todo, en una ruta que transcurría por un hermoso hayedo, es cuando formulé mi deseo de visitar uno pero cuando la variedad cromática superara los verdes y amarillos. Fijé mi jubilación para cumplir este deseo pero  la pandemia lo  truncó y tuvimos que aplazarlo hasta el otoño siguiente.

Pero una vez más, me arrollaron los días que pasaron sin piedad y desaprovechamos, obligados por unas u otras circunstancias, un mes de octubre caracterizado por unas cálidas temperaturas y escasez de lluvias. Y elegimos primeros de noviembre, y justo cuando el tiempo cambió, llegando las lluvias y el frio.

Ahora,  martes 2 de noviembre, nos encontramos en el área del municipio de Cármenes (42.958517, -5.579144), en la montaña leonesa al norte de Pola de Gordon en un día desapacible, con lluvias intermitentes y ahora que ha caído la noche, la temperatura exterior es de poco más de 4 grados.

Ayer lunes dejamos Boadilla rumbo al norte de Leon, a Boñar, cuando todos regresaban ya al sur concluyendo el Puente de todos los Santos. Con dos encuentros curiosos y fortuitos. Primero con mi hermana que regresaba de Avila a Valladolid y que circulaba 10 minutos detrás de nosotros por la A6. Cuando paramos a comer, ella nos localizó  y coincidimos por unos instantes, no mucho ya que habíamos pasado el fin de semana juntas.

Pero luego, a 40 km de león nos cruzamos con nuestro hijo menor, su pareja y su hermano que regresaban de celebrar un cumpleaños con la familia en la misma capital. Y fuimos capaces de vernos en fugaces segundos en los que nuestras manos se agitaron saludándonos.

Y entonces acudieron a mi memoria recuerdos de mi infancia en Santa María del Arroyo, en Avila. Y es que el día anterior hubo un encuentro casual que me traslado 50 años atrás. Allí coincidí con una vecina con la que compartimos juegos en nuestra infancia cuando pasábamos los veranos con mis padres en casa de mis abuelos. Ella, muy joven, fue reclutada por las hermanitas de la caridad y ha pasado toda su vida cuidando de los ancianos desamparados. Desde entonces, nunca volví a verla, hasta el otro día que la vi descender del coche de su cuñado. Tan solo estuvimos unos pocos segundos en los que nuestras manos se juntaron apretándose con intensidad. Pero pude sentir mucho. Desencadenó un torbellino de emociones, se abrió un túnel en el tiempo, breve, intenso, emotivo…

Así que cuando circulábamos hacia león  mi memoria fue invadida de pronto por imágenes de la gente que pobló mi infancia y que ya no estaba. Y repasé los rostros que poblaron el barrio de mis abuelos en el pueblo, todos, la calle, entonces de tierra, donde todas las vecinas, con sus vestidos negros, su pelo blanco peinado en un moño atrás recogido con horquillas, se reunían sentadas en aquellas sillas pequeñas, bajitas, de madera y anea, a hacer ganchillo. Y ninguna de esas caras estaba ya. Todas habían marchado, unos antes, otros después, y la tierra de la calle había desaparecido y era asfalto y en los huertecillos, el pozo y la tierra despoblada habían crecido casas, naves, pajares…algo quedaba, pero poco. Ahora habitábamos ese barrio los descendientes más cercanos, pero no tantos como entonces eran. Y las lágrimas acudieron a mis ojos cuando fui consciente de que mi niñez la había dejado atrás hacía ya mucho tiempo, que todos habían partido y allá donde estuvieran me esperarían, que había dejado atrás mi adolescencia, juventud, edad adulta para estar a las puertas de la vejez. Sí, vejez, porque antes, a mi edad, pocos sobrevivían.

Pero abandono la nostalgia para abordar el relato.

Llegamos al área de Boñar cayendo ya la noche. Había dos autocaravanas  a la que sumó una camper después. Nos conectamos a la luz y dejamos que la oscuridad nos cercara, cenamos y nos fuimos a dormir.

En la mañana del día 2 comenzó la lluvia, suave, intermitente, pero molesta. Y nos disuadió de dar un paseo hasta el pueblo para comprar “nicanores” para Jenny,  la pareja de nuestro hijo, leonesa,  que nos dijo que su tío se los traía de Boñar cuando era pequeña. No nos apetecía mojarnos tan pronto, así que tomamos la autocaravana y la dejamos en un aparcamiento en el pueblo.

Allí compramos pan pero la fábrica de nicanores estaba cerrada y nos dirigieron a la gasolinera, donde  llenamos el depósito pero igualmente no les quedaba ninguna caja quejándose de que tardaban días en servirles otras. Decepcionados pusimos rumbo hacia las hoces de Valdeteja y la cascada de Noceda y en nuestro camino dimos con una fábrica de embutidos donde sí tenían los famosos nicanores que por su precio, casi cotizaban en bolsa. Y como nota adicional, y espero no ofender a nadie,  siento decir que no cumplieron mis expectativas.



Con nuestra caja de “nicanores” y bajo un cielo gris que descargaba lluvia de vez en cuando, nos internamos en la carretera hacia la cascada de Nocedo que encontramos fácilmente. Dejamos la autocaravana en un espacio en la cuneta. Cuando bajamos, comenzó otra lluvia fina que dificultó nuestro camino, que aunque corto, era bastante resbaladizo. Estaba muy bien preparado y exceptuando algún tramo corto entre las piedras, no tiene ninguna dificultad y al final se disfrutaba desde un mirador de una hermosa cascada donde el agua se precipita desde unos 10 metros de altura.

De regreso decidimos que como el día no era muy apropiado para caminar, podíamos disfrutar del otoño desde la autocaravana circulando por las hoces de Valdeteja.

La carretera se abrió paso entre enormes paredes de piedra discurriendo paralela al rio. En las empinadas laderas pedregosas, se dejaban ver ya los colores de un otoño en todo su esplendor, destacando los amarillos intensos y los rojos, pero aparecían desperdigados aquí y allá.

La carretera era buena, la circulación nula, y el paisaje hermoso así que decidimos continuar hasta Redituertas donde se encuentra la senda de las cascadas del río Faro y allí sería el tiempo el que tomaría una decisión por nosotros.

Una vez en  Redituertas, el cielo no parecía amenazar  mucha lluvia. El viento desplazaba las nubes grises velozmente descubriendo de  vez en cuando retazos de cielo azul. En un momento determinado ese viento sopló con mayor fuerza desprendiendo hojas de los árboles. Y una lluvia de hojas amarillas nos rodeó.  Empezamos a disfrutar más intensamente de este otoño.

Iniciamos un ascenso por una ancha y cómoda pista forestal. En pocos metros divisamos la primera cascada y continuamos subiendo. Ante nuestros ojos se abrió un hermoso paisaje montañoso del que estábamos completamente rodeados. No estábamos en un frondoso bosque, si no que era una pelada pista, pero esto mismo nos permitía disfrutar de estas espléndidas vistas, rodeados de coronas montañosas, verdes, pintadas en algunos puntos de otros colores otoñales.

Poco después de haber ganado altura y llanear, afrontamos otra pequeña pendiente. Pero, empezaron a caer gotas de agua desperdigadas, eran ya las 14 horas y Angel dijo que era mejor regresar con tranquilidad que no corriendo tratando de protegernos del agua, así que no me resistí y regresamos sobre nuestros pasos.

Como siempre, el paisaje de ida es distinto al de la vuelta y ahora frente a nosotros teníamos las cimas de otra cadena montañosa con todos  sus colores.

Una vez en la autocaravana decidimos no regresar a Boñar si no dirigirnos a Cármenes donde había un área para autocaravanas que quedaba a 15 minutos escasos del hayedo de Ciñera, objetivo principal de nuestra escapada. Y es que de entre todos estos días caracterizados por lluvia y frio, mañana era donde el pronóstico meteorológico sería más bondadoso.

Tras sortear grupos de vacas que estaban en medio de la carretera, tomamos una que nos introdujo por unos hermosos pueblos rodeados de unos paisajes maravillosos. Se abrían en amplios  verdes valles rodeados de montañas que parecían querer abrazarlo.  Y comenzamos a disfrutar de la impresionante variedad cromática con que el otoño nos suele regalar los ojos. Así aparecieron grupos de árboles pintados de un amarillo intenso, detrás de otros verdes, seguidos de otros grupos cuyas hojas eran ya rojas y pardas.  Esa belleza me sobrecogió. Ese instante donde se sucedieron rápidamente los colores, duró poco, pero fue muy intenso y bello.  Un regalo del otoño. Y pensé que si la primavera es hermosa y es generosa con contrastes de colores, el otoño no lo es menos con esa variedad que va de los amarillos a los rojos, pasando por los ocres.

En poco tiempo llegamos a Cármenes y en el hostal las Nieves pagamos 5 euros por una estancia de viernes a viernes independientemente de si se está un día o los seis. Nos dieron una tarjeta para abrir la puerta de acceso, pero cuando llegamos, la encontramos abierta. Y tengo que decir que la entrada era fea, ya que dibujaba un ángulo de 90 grados lo que nos obligó a hacer maniobras para poder entrar y tenemos solo 6 metros.  Otras de mayor tamaño tendrán que hacer más maniobras para acceder.

El área se encuentra a las afueras del pueblo y las vistas son espléndidas. Y aquí estamos ahora, solos rodeados de la noche y mecidos de vez en cuando por ráfagas de viento.

La mañana siguiente amanece con una débil y fina capa de nieve que tiñe de blanco el paisaje. Pero solo eso. Así que bajo un cielo encapotado y amenazante de lluvia pusimos rumbo a Ciñera, a su hayedo.

Dejamos la autocaravana aparcada en una calle ancha  y a nuestra amiga peluda dentro ya que el tiempo amenazaba lluvia. 


Atravesamos el pueblo y por un callejón salimos a la ancha senda que nos encaminaba al hayedo.  Vamos dejando atrás vestigios de su pasado minero hasta alcanzar  un merendero que dejamos a nuestra derecha y donde las hayas estaban ya teñidas de los colores del otoño para continuar un poco más hasta llegar al hayedo.



Y nos encontramos frente a la entrada de una masa forestal que se extiende detrás de una puerta que atravesamos.  Y cuando lo hacemos, parece que entramos en un mundo mágico donde los colores ocres, amarillos, anaranjados, rojos, verdes, marrones…nos rodean por todos los lados creando un entorno casi irreal. 

El otoño ha pintado un escenario de extraordinaria belleza.


Nos adentramos lentamente, saboreando cada paso de este mágico lugar a través de unas cómodas pasarelas de madera  que  dejan a ambos lados una hermosa alfombra de hojarasca  salpicada de alguna roca que sobresale tapizada de un verde musgo.




Retorcidos troncos se elevan y sus ramas vestidas aún con sus hojas que parecen resistirse a desprenderse de ellas, muestran toda una gama cromática de ocres.




Encaramada en una haya encontramos a la bruja que protege este bosque y continuamos respetando este silencio sobrecogedor. Un pequeño riachuelo corre tímido por el faedo. Alguna seta se muestra temerosa entre la hojarasca del suelo.




Y casi sin darnos cuenta llegamos al final. Se nos ha hecho muy corto.

Regresamos respirando profundamente, absorbiendo toda la belleza que ofrece este lugar, toda la serenidad que nos produce.




Y en poco tiempo estamos en la salida. Nos resistimos a abandonarlo, nos sentimos atrapados por él y nos damos la vuelta para, por última vez, deleitar nuestros sentidos con este hermoso rincón.

Siempre me han gustado los bosques de hayas, pero en otoño…la explosión de color que se produce es de una belleza sobrecogedora y de difícil descripción.

Ahora,…tendríamos que regresar a la realidad ya que este pequeño bosque parece salido de un cuento de hadas.

Retomamos el sendero de regreso y durante él, se escaparon algunas gotas de lluvia. Ya en Ciñera nos enternece un graffiti en una pared de una casa que hace referencia a una pareja de abueletes.

Y ahora decidimos regresar a Boñar donde pasamos la noche.

Y aquí tengo una pequeña laguna de memoria en el día siguiente. Recuerdo perfectamente que nos encaminamos a visitar las cuevas de valporquero y en nuestro camino comenzó a caer nieve. En principio no le dimos importancia y comenzamos a ascender hacia el alto donde se encuentra la cueva. Pero la nieve no cesó de caer y comenzó a cuajar en la carretera. A un poco más de la mitad del camino vimos una rampa donde un autobús permanecía parado en medio y algún que otro turismo empezó a dar la vuelta. La nieve caía de forma persistente y el gris de la carretera desapareció bajo un manto blanco.  Desconociendo cuando podría cesar  decidimos regresar. Y a partir de aquí no consigo recordar nada, únicamente que dejamos esta zona y sus  “obras divinas” para iniciar un breve recorrido por las “obras humanas”.

Otoño de 2022.  Desfiladero de Los Calderones

En el otoño de 2022, desde Llama de Colle en Boñar, donde compartimos  un delicioso fin de semana con un grupo de amigos aficionados a la autocaravana procedentes de diversas provincias, hicimos una brevísima escapada a varios lugares por donde anteriormente habíamos estado.  Pero antes de nada decir que esta pequeña localidad, cuna de nuestro amigo Jesus, Llama de Colle, disfruta de un entorno maravilloso y el fin de semana que permanecimos “acampados” en sus posesiones, pudimos disfrutar de este entorno privilegiado con hermosos paseos. Así, no solo la compañía fue estupenda, sino que nos adentramos por alguno de sus caminos que nos llevaron por hermosos paisajes.



Tras el fin de semana en estupenda compañía, uno tras otro, fueron desapareciendo, unos por trabajo, y otros por compromisos adquiridos, así que la noche del domingo nos quedamos tan solo nuestro amigo Jesus y Mª Angeles y nosotros.

La mañana del lunes nosotros decidimos caminar por una garganta para “llenar” el día ya que nuestro objetivo principal era visitar Santa Cristina de Lena después del puerto de Pajares, que nos quedó pendiente de otro viaje, pero, los lunes estaba cerrado así que tuvimos que esperar al martes. Nuestros amigos pusieron rumbo a Oviedo, pero igualmente se sumaron para visitar esta pequeña ermita por lo que decidimos encontrarnos en la recién inaugurada área de Pola de Lena.

Desde Boñar nos dirigimos a la cercana localidad de Piedrasecha a unos 50 km escasos. Desde aquí parte una senda hacia el desfiladero de los Calderones.

Una estrecha carretera de unos 5 kilómetros nos  acerca desde Otero de Dueñas hasta el pequeño y tranquilo pueblo de Piedrasecha. No presenta mayores dificultades aunque hay que extremar la precaución sobre todo en su tramo final. Al entrar en la localidad hay un pequeño y agradable aparcamiento donde posiblemente se pueda pernoctar. Allí dejamos la autocaravana y nos preparamos para hacer esta pequeña ruta de no más de 6 km ida y vuelta y con un desnivel escaso, como nos gustan a nosotros.

Atravesamos las pocas casas que había para tomar una senda bien señalizada que trazada por la ladera se adentra  en la garganta dejando a nuestra izquierda y abajo un riachuelo que solo conseguimos ver cuando descendemos a su nivel. 

Atrás dejamos un manadero y poco a poco el sendero se acerca a donde se estrecha el desfiladero y justo antes de  perderse entre enormes paredes graníticas, encontramos unas escaleras que ascienden a nuestra derecha y que nos depositan en una capilla que aprovecha una oquedad en las  rocas. El lugar es curioso y hermoso y la soledad completa.



Descendemos las escaleras para internarnos de lleno en este estrecho desfiladero. Caminamos custodiados por  grandes paredes verticales, por un sendero cuyo tamaño  se ha reducido. El río discurre debajo de nosotros, escondido. Pero cuando llevamos un tiempo caminando y saltando de piedra en piedra, nos detenemos a leer sobre la ruta  y vemos que la senda continua estrecha entre estas paredes casi verticales. Preguntamos a unos caminantes que también hacían esta senda y nos dicen que el desfiladero es todo igual y que podemos seguir hasta una pequeña cascada y que el regreso es por el mismo camino que hemos hecho.


Pero andamos mal por las piedras redondas entre las que nuestros pies bailan inestables, el paisaje se ha vuelto a nuestro gusto, algo monótono y nuestra amiga peluda se desplaza con esfuerzo al tener que saltar de una piedra a otra lo que no es aconsejable para su pequeña lesión de columna y para su edad, que se acerca a los 15 años. Hay más motivos para regresar que para continuar, así que decidimos volver sobre nuestros pasos.

De nuevo en el aparcamiento donde ya había dos o tres turismos más pese a ser un lunes, nos encaminamos al puerto de Pajares para continuar hasta Pola de Lena con la idea de visitar mañana la iglesia de Santa Cristina de Lena, visita que no hicimos en el año 2017 cuando sí estuvimos en Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. 

La descripción de la visita se encuentra en: https://angeles-asturiasprincipado.blogspot.com/p/entre-tierra-y-agua-de-oviedo-playa.html.

Desde Santa Cristina de Lena pusimos rumbo al Puerto de la Ventana a la búsqueda de fósiles en una mina abierta y de ahí pasamos hacia Asturias donde realizamos al día siguiente un corta senda, la de la Braña de los Calderones, descrita en:    https://angeles-asturiasprincipado.blogspot.com/p/la-senda-del-oso-y-somiedo.html.

En Leon 2022. Bavia, 

Tomamos la autocaravana para poner rumbo de nuevo al Puerto de la Ventana,  y hacia Bavia. 

Mi primera intención fue intentar llegar a la laguna grande, pero la estrechez de la carretera que se internaba hacia la laguna y ser un día festivo lo que podría incrementar el tráfico, me hizo desistir. Así que nos dirigimos directamente a nuestro lugar de pernocta.

En Huergas de Bavia dejamos un área para autocaravanas, que parecía un “corralillo”, una especie de huerto pequeño, cercano además a la carretera, así que continuamos hasta llegar a Riolago de Bavia. 

A la entrada a esta localidad encontramos su estupendo aparcamiento solitario  tan solo ocupado por algunos turismos y rodeado del hermoso y cautivador paisaje de este bonito valle. Y…tranquilidad, mucha tranquilidad.

Dimos un paseo por esta pequeña localidad donde se encuentra el centro de interpretación, localizamos una panadería de leña para la mañana siguiente y regresamos a descansar. Por la noche una camper suiza nos hizo compañía. Soledad absoluta. Paz. Uno de los mejores sitios en que hemos estado.


A la mañana siguiente y después de acercarnos a comprar un estupendo pan de leña y unos bollos  para nuestros consuegros, nos internamos en este valle que no deja de impresionarme por su belleza. Es abierto, luminoso. Grandes prados se abren a un lado y a otro para cerrarse con suaves lomas.


Nos detuvimos en el puente de las palomas para contemplar el curso del río Sil que aquí aparece encajado al fondo entre enormes rocas para en pocos kilómetros dejar atrás este valle y entrar un poco después  en el  de Laciana, esté más angosto y arbolado que el de Bavia. 

En  Villaseca de Laciana tomamos una carreterita hasta la cascada de Lumajo. La señal es muy pequeña, tanto, que no la vimos y hasta que no llegamos a Villablino no pudimos dar la vuelta.


Dejamos la autocaravana en el arcén, en unos espacios anchos que permiten aparcar, aunque a pocos vehículos. 

Descendemos por un estrecho sendero en pronunciada pendiente hasta que en muy poco tiempo tuvimos delante este hermosa cascada, que pese a la sequia, nos regala con un bonito desplome de agua.

Desde aquí, regresamos  y en Rioscuro decidimos internarnos en otro pequeño valle siguiendo el curso del  rio Bayo que cede sus aguas al Sil. 

Atrás dejamos el inicio de la ruta de los Tejos para continuar hasta la Cascada de los  Fumos cerca de Murias de Paredes y continuamos un poco más hacia la Cascada del Pozo de la Ollina, pero una vez en la desviación decidimos no entrar ya que además de la estrechez de la carretera el desnivel que anunciaba era considerable, así que dimos la vuelta regresando sobre nuestros pasos y poniendo rumbo a nuestro destino de hoy,  La Milla del Páramo, cerca de Leon.

Decidimos circular  por carreteras locales bordeando el embalse de Barrios de Luna que en su parte más cercana a la autovía, contenía un poco más de agua, pero solo eso, un poco más y desde luego la vista de la parte del embalse del valle de Bavia es desoladora.

Y llegamos a comer a Carrizo de la Rivera, muy cerca ya de La Milla. Y esta pequeña localidad tienen una deliciosa área para autocaravanas, sobre césped y en un lugar tranquilo (42.586430, -5.821902) donde después de comer, descansamos para dirigirnos sobre las 19 horas hacia La Milla.

Y a partir de aquí, comentar solo el encuentro familiar y acogedor de nuestros consuegros, una deliciosa cena en Hospital de Órbigo con paseo por el puente incluido, pernocta en medio de su abundante y deliciosa huerta y paseo por la mañana por un pequeño tesoro forestal que alberga esta pequeña localidad  y por el que ahora los vecinos luchan para conservarlo. No solo es un rincón que contiene una masa forestal húmeda de considerable valor ecológico en medio del páramo, sino que también forma parte de la historia de estas gentes, de los habitantes de la Milla del Páramo, que ahora aúnan esfuerzos para en sus ratos libres, limpiar de maleza  y desbrozar esta mancha húmeda y descubrir y proteger  la fuente que hace 300 años era abrevadero para ganado de los prados comunales así como para el consumo humano.  

Y tras despedirnos de nuestros hospitalarios anfitriones y llevarnos parte del producto de su deliciosa huerta, pusimos rumbo a Leon. Decidimos pasear por esta ciudad, redescubrirla , visitándola de nuevo como hicimos unos 40 años atrás.


Y de no tener ninguna área, Leon ha pasado de una , a tres y todas estupendas. Y pese a ser un día laborable, no dejaba de haber autocaravanas.  Nos decidimos por la  que está en la Avenida de la Universidad (42.608230, -5.563853), estupendo lugar, con dos puntos de carga y descarga y si le tengo que poner un defecto tan solo  que no tiene sombra.

Así aparcamos la autocaravana, dejamos a nuestra amiga peluda dentro y nos internamos por sus calles hasta llegar a la muralla y luego visitar la basílica de San Isidoro. Pero….nuestro gozo en un pozo, ya que al estar en restauración no pudimos disfrutar de toda la belleza que 40 años atrás nos dejó fascinados.


Después, paseo por el Húmedo, por la calle Ancha, la Plaza del Grano, la Plaza Mayor… que a estas horas, y con una temperatura que permitía pasear en manga corta, tenían sus terrazas llenas de gente. 

Y regresamos a comer a nuestra autocavana y después descansar.

A la mañana siguiente partiríamos rumbo a casa a donde llegaríamos a comer.






Y en nuestro extraño y particular viaje en el tiempo, regresamos al año anterior. Aunque nuestro destino principal fue el hayedo de Ciñera, de vuelta hicimos un pequeño recorrido por algunos lugares cargados de historia.  

Noviembre de 2021. Desde Boñar.

Y no sé cuándo, pusimos rumbo a San Miguel de Escalada después de nuestro intento de visitar las cuevas de Valporquero.

Y encontramos este Monasterio detrás de una loma, en medio de un páramo que no parece decir nada, pero lo que hay allí es una joya de indudable valor y belleza que conseguimos disfrutar en soledad. 

Nuestra guía terminó con un pequeño grupo así que la tuvimos en exlcusiva. 


Si el exterior de este monasterio es bonito, el interior es una auténtica maravilla.

Este monasterio  prerrománico, es uno de los más notables de la geografía española  y fue fundado a finales del siglo IX, durante el reinado de Alfonso III, por un grupo de monjes cristianos cordobeses que se asentaron sobre los restos  de una iglesia visigoda  y su estilo se denomina Arquitectura Mozárabe o Arquitectura de Repoblación.

El pórtico de la entrada consta de doce arcos de herradura y su interior tiene una planta de tres naves, separadas entre sí por columnas que sostienen bellos arcos de herradura. 

A su vez el iconostasio está cerrado a su vez por tres arcos de herradura.

El conjunto es sencillo y armónico y quizás lo más hermoso de todo, sea su interior, austero y luminoso. 

Y lo saboreamos, o al menos, eso intentamos.




Después de la visita a este hermoso lugar,  continuamos con una pequeña ruta hacia el suroeste de Leon y que terminaría a pocos kilómetros de Palencia y que nos paseó por la historia y el arte de esta zona.


En su inicio, nos dirigimos a Santa María de Gradefes, donde pasaríamos la noche en su área (42.623557, -5.224511).

Y tras instalarnos, nos acercamos a su monasterio cisterciense.

Lamentablemente no tuvimos acceso al claustro  y al resto de las dependencias ya que tendríamos que haber concertado su visita  aunque desconocemos si solo es de Julio a septiembre, así que nos tuvimos que conformar con ver su iglesia de la que destaca sobre todo por su belleza, su cabecera con su girola, única en el monacato cisterciense femenino.


En su interior también varios enterramientos, entre los que hay el de dos abadesas y de los fundadores. Por su oscuridad no pudimos apreciar más de su interior así que regresamos para partir a la mañana siguiente hacia la cercana localidad de Almanza donde sus murallas del siglo XIII es lo más destacable y por donde dimos un tranquilo paseo poniendo rumbo a Sahagún donde tenía lugar este año las Edades del Hombre que visitamos además de comprar unos deliciosos dulces de las monjitas, tetas de monja. Exquisitos.

Lamento no poder dar más detalles de esta localidad, a excepción de la visita a la exposición mencionada que se encontraba en lugares emblemáticos, como la iglesia de San Tirso, románico mudéjar, y la de la Peregrina y que también visitamos.





Desde aquí nuestro recorrido continuaría por  San Pedro de las  Dueñas  a escasos cinco kilómetros de Sahagun y que cuenta con un monasterio 
de finales del siglo X y principios del XI con una de las iglesias más representativas del románico mudéjar  comenzado en piedra y acabado en ladrillo y de cuyo interior nos llamó la atención  la labor escultórica de sus capiteles, de una calidad extraordinaria y entre los que se encuentra el denominado capitel de las siete monjas.


Continuamos nuestro recorrido hacia  la pequeña localidad de Grajal de Campos con interesante patrimonio artístico renacentista compuesto por un castillo, un palacio y una iglesia.

El castillo del siglo XVI es quizás lo más destacable aunque solo es visitable en verano.  

El horario de visita del palacio de los Condes de Grajal es de 12 a 14 horas en invierno y ya habíamos sobrepasado la hora, aunque si pudimos disfrutar de una galería renacentista de tipo italiano   que da a la plaza mayor y que era usada para que los propietarios asistiesen a los actos públicos.

Aunque esta localidad tiene algún rincón  más como  una Ermita  (la de Virgen de las Puertas) y un convento, nosotros nos limitamos a pasear  por sus solitarias calles y partir, no sin antes haber comprado fruta a un vendedor ambulante que se detuvo junto al castillo. Mencionar la encomiable labor social que estos comerciantes hacen en estos lugares despoblados al realizar  indirectamente  un “control rutinario” de sus clientes de mayor edad.

Y después de una mañana tan tan intensa, nos acercamos a dormir al área de Villada (42.255199, -4.964870) pequeña y coqueta, pero más que suficiente. 

Nuestro recorrido terminaría mañana con la visita a  la localidad palentina de Baños del Cerrato, a unos quince kilómetros de Palencia y que bien merece la pena un desvio para disfrutar de su belleza.

Noche tranquila y mañana espléndida. Pusimos rumbo a nuestro último destino.

No fue difícil encontrar la pequeña  basílica de San Juan de Baños, a escasos kilómetros del casco  y en un lugar exento de vegetación y rodeada de una zona ajardinada que contribuyen a realzar su estampa. Desde fuera su sencillez es ya hermosa.

Esta sencilla basílica de modestas dimensiones, es el monumento más representativo de arte hispano visigodo y está considerada como la iglesia en pie más antigua de España y fue construida y consagrada en el año 661. 



Según la tradición,  su edificación  se debe a la voluntad del monarca visigodo Recesvinto, quien tras aliviar sus problemas nefríticos en las aguas de su manantial decide consagrar un templo a San Juan Bautista en agradecimiento.


Accedemos a su interior  a través de la característica puerta de herradura. 

Y nos sorprende una vez más su austeridad y gran belleza.  De tipo basilical de tres naves, mucho mayor la central que las laterales y de altura aproximadamente el doble que la anchura, separada por cuatro arcos de herradura sobre columnas cilíndricas, posiblemente reutilizadas de algún monumento romano. Los capiteles sorprenden por su sencillez y belleza.


En el exterior en una hondonada, encontramos la famosa Fuente de Recesvinto cuyas aguas devolvieron la salud al rey. La fuente está construida con dos arcos de herradura que acceden a una especie de depósito que es donde se encuentra el manantial.

Y después de esta visita que puso el broche final a nuestra escapada por tierras leonesas, pusimos rumbo a casa.

En Boadilla del Monte, noviembre de 2022

Mª Angeles Del Valle Blazquez

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